8 de junio de 2009

No mires para abajo. Eliseo Subiela

Este director argentino tiene una trayectoria más que interesante. Su Hombre mirando al sureste, con un título con claras reminiscencias poéticas (un minuto de silencio por nuestro querido Benedetti), nos introduce una reflexión sobre la locura; El lado oscuro del corazón opta por mezclar poesía y cine, , Benedetti hace un cameo en esta ocasión, y, siendo argentino no podía ser de otra manera, metiendo sus guiños al psicoanálisis, en una reflexión sobre el amor. Y parece que la poesía lleva a la meditación, a leer a Bucay, y estao al tantra, sobre todo acercándose a cierta edad, así que el director rueda una peli sobre las glorias del sexo tántrico. Prefiero la lógica de Ionesco: la filología lleva a la matemática y ésta al crimen. Sin duda es más estimulante que tener que contar hasta 81 las veces que puedo ser penetrada sin que el menda eyacule, no deja de ser interesante, sobre todo si tienes que pintar el techo. Me resulta curioso que el protagonista, masculino, se declare el mejor amante de Buenos Aires y pueda viajar a distintas ciudades en el momento del orgasmo, lo que no deja de estar realmente bien para él, sin que veamos que a la chica le pase absolutamente nada. Así que como enseñanza sexual no deja de ser curiosa. Sobre la peli, Subiela sigue con los mismo juegos de palabras que hizo de El lado oscuro una película tierna y atrevida, llena de poesía. Volverlo a ver no sé si tiene especial sentido, porque parece que no avanza. La música de Aznar, probablemente, sea lo único rescatable porque me parece de los mejores músicos que ha dado ese país. Sobre el argumento voy a hacer una declaración de valores: soy culturalmente mediteránea y muy orgullosa de serlo, es parte de mi identidad. Así que cuando oigo a la gente de mi entorno hacer mezclas de culturilla zen como fórmulas para aderezar su aburrida existencia no deja de sorprenderme. Cierto que todas esas religiones personales que aparecen no son más que la parte más cutre y negativa del mundo en que nos ha tocado vivir, precisamente por eso son tan criticables. He oído decir que el deso evita la felicidad (muy zen y muy de psicología de nuestros días, ¿verdad?), sin embargo la utopía ha sido uno de los motores de nuestra cultura, y utopía significa desear algo que no tienes por qué conseguir: muchos negros han muerto por el reconocimiento de sus derechos, y homosexuales, y mujeres, y obreros, y creo necesario que haya gente que desee cosas imposibles. Me han dicho que elegimos dónde nacemos,, nuestro chacra o no sé que leches, por lo que somos responsables de la vida que nos toca vivir, lo que, además de parecerme una chorrada, no deja de ser una adaptación de una idea muy católica, que debemos ser estoicos ante la vida pues "no tenemos por qué entender las pruebas que dios nos manda para ganarnos una mejor existencia después de muerto". Así que todo ese estoicismo que nos hace contener las pasiones, no desear, y aguantar con buen gesto las adversidades de la vida me la paso por el forro. Porque soy mediterránea, pasional, deseo cosas imposibles, (por dios que mi abuela participó en una guerra), y en el sexo sudo, araño, muerdo y no me pongo a contar las veces que es capaz de penetrarme mi amante sin eyacular, eso sí, agradezco que el tipo no sufra de eyaculación precoz. Menos yoga y más follar, por favor.

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